En la ceremonia de Capacocha realizada por los incas, no se realizaban sacrificios humanos en venganza o castigo contra los enemigos, se ofrendaba a los dioses lo más preciado que poseían: niños, niñas y mujeres jóvenes, seleccionados por su gran belleza física y pureza espiritual.

En este rito el niño del cerro El Plomo fue elegido y llevado al Cuzco donde se ofició la ceremonia que daría inicio a su peregrinación al valle del Maipo-Mapocho en lo que actualmente es la ciudad de Santiago, donde iniciaría el ascenso al que sería su última morada: el cerro El Plomo.

El pasado 1 de febrero se cumplieron 70 años desde aquel 1 de febrero de 1954 en que su tumba fue excavada por Luis Gerardo Ríos y su sobrino Jaime Ríos en busca de los “tesoros del Inca”, alentados por el señor Guillermo Chacón, quien desde 1917 subía al cerro El Plomo a extraer objetos de oro y Plata, según su mismo relato. En aquellos años, Chile no contaba con una ley de protección patrimonial, recién en 1970 se promulgó la Ley 17.288 de Monumentos Nacionales que declara monumento nacional todo vestigio humano del pasado (arqueológico y bioantropológico) y por tanto su intervención, saqueo y comercio está penada por ley.

Sin esta ley, en 1954 el Museo Nacional de Historia Natural debió comprar al niño y los pocos elementos de su ajuar y ofrendas que quedaban. Esta compra se pudo realizar gracias a las rápidas gestiones de la investigadora austriaca Grete Mostny (1914-1991), quien además se encargaría de conseguir una máquina refrigerada para su conservación y visionariamente realizaría un estudio multidisciplinario del niño, su ajuar y ofrendas que sentarían las bases de gran parte de lo que sabemos sobre su vida y muerte.

El hallazgo causó el asombro de la prensa internacional por la excelente preservación que le daba la apariencia de estar dormido, llamado en un principio la princesa del Plomo, son precisamente los estudios de Grete Mostny los que revelarían que se trataba de un niño de sexo masculino de 8 a 9 años de edad al morir y que habría sido ofrendado en la montaña hace más de 500 años en el ritual de Capacocha realizado por los Incas. La Dra. Mostny también determinaría que el niño murió por congelamiento en la alta montaña, algo que estudios posteriores seguirían sosteniendo. Más tarde, Eliana Durán y Silvia Quevedo ahondarían en el estudio de algunos de los hallazgos de la Dra. Mostny. Hoy con nuevas tecnologías aplicadas a su estudio, nos enfrentamos a nuevas preguntas, que probablemente abrirán muchas más, porque con cada nuevo paradigma y tecnologías científicas se abren infinitas posibilidades, que pueden cambiar lo que creíamos establecido y es que así avanza la ciencia.

Desde hace 70 años el Niño es parte del MNHN siendo uno más entre nosotros los humanos que transitamos al interior de sus enormes muros, aunque a diferencia de nosotros él permanece, traspasando las generaciones de trabajadores, entre ellos y ellas quienes hemos dedicado la vida a su cuidado e investigación y es que aún le quedan secretos que revelar. Pequeños y grandes descubrimientos que nos permiten reconstruir su historia y la nuestra como humanidad toda.

Pese a los años transcurridos desde su muerte y desde su hallazgo, el Niño de El Plomo es hoy más que nunca parte de una comunidad, tanto en el Museo como en quienes lo visitan año a año a través del Centro Cultural Indígena CONACIN, quienes comparten sus ofrendas, vivencias y deseos de bienaventuranzas en época de carnavales (febrero) y en el año nuevo en cada solsticio de invierno (24 de junio).

Para saber más:

https://publicaciones.mnhn.gob.cl/668/w3-article-63965.html

https://www.mnhn.gob.cl/noticias/el-nino-del-cerro-el-plomo-y-el-rol-del-mnhn-en-su-conservacion

https://boletinmnhn.cl/index.php/ojs/article/view/174

https://youtu.be/gjuSCAKTKlw?si=eI_CRwxtQs5OOOpN