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Mujer: salto desde la privacidad del hogar a la esfera pública
El pensamiento conservador católico les concedió a las mujeres el rol de madres y esposas. A mediados del siglo XIX este fue un modelo hegemónico, que las redujo al espacio privado y doméstico.
A ellas se les asignaron las labores reproductivas y del hogar. Las mujeres de elite organizaron el devenir doméstico entre sus criados y sirvientes, en tanto que las representantes del mundo popular se ocuparon de todos los trabajos que entraña la reproducción diaria (Goicovic, 2005).
Los espacios públicos estaban reservados para los hombres, quienes actuaban como jefes de familia. Esta división de roles encontró sustento teórico en las corrientes ideológicas que estaban en boga en Chile y en Europa.
- Positivismo postuló la inferioridad de la mujer debido a su naturaleza sexual y su relativa incapacidad para el conocimiento racional. Su ámbito era el de los sentimientos y su lugar la familia (Stuven, 2011: 16).
- Liberalismo, también defendió la idea de que sólo los hombres eran iguales y libres, mientras que las mujeres estaban adscritas a la familia y la autoridad masculina. A ellas no se les atribuyó la racionalidad suficiente para superar el estado de naturaleza (Stuven, 2011: 356).
El establecimiento de la República, motivó una reflexión en torno a los conceptos de igualdad y libertad que la inspiraron, y una crítica al contrastar los derechos ciudadanos que poseían los hombres en comparación con el papel que cumplían las mujeres.
El Estado adaptó sus políticas a las demandas de la modernidad con el fin de preparar a los habitantes de la nación para cumplir sus labores ciudadanas. Las mujeres fueron llamadas a asumir nuevos roles, al igual que el resto de la sociedad.
Una de las vías más importantes para realizar este proceso fue el papel asignado a la educación, entendida como "la 'medida' del avance desde la 'oscuridad' colonial a la luz republicana" (Montecinos, 2013: 43).
Las mujeres se convirtieron en maestras, figura clave en la formación de niños y niñas (Orellana, 2007: 155). Se le concibió como educadora "natural" de los nuevos ciudadanos y "reservorio moral" de la República (Morales, 2013: 111).
La incorporación de la mujer a la esfera pública se inspiró en los principios tradicionales, ya que en la práctica el Estado republicano generó una representación de lo femenino vinculada a lo materno y lo familiar como algo natural (Montecinos, 2013).
Las mujeres ingresaron progresivamente en el espacio público. La elite femenina se incorporó a la enseñanza primaria, luego a la secundaria y hacia fines del siglo XIX a la universidad. A comienzos del siglo XX lo hicieron también las mujeres de clase media.
El acceso a la educación se reflejó también en otras esferas como el campo artístico-cultural, el profesional y más tarde la acción política.
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