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Gabriela Mistral, Inés Echeverría Bello (Iris), Teresa Wilms Montt, Laura Jorquera F. (Aura), Delia Rojas (Delie Rouge), Elvira Santa Cruz Ossa (Roxane), y Julia Sáez (Araucana) son parte de la primera generación de literatas chilenas de fines del siglo XIX y comienzos del XX.
A través de diarios de vida, memorias de viaje y novelas de personajes femeninos revelaron su propia intimidad, construida desde un estilo de vida que las alejó del rol tradicional asignado a las mujeres y provocó que se las tachara de excéntricas o inmorales.
Se las vinculó luego al movimiento literario Feminismo Aristocrático (Poblete y Rivera, 2003) debido a que eran autónomas, creativas y simpatizaron con las reivindicaciones de género.
A estas grandes escritoras se sumaron otras menos conocidas: 46 mujeres inscribieron 73 obras literarias en el registro de propiedad intelectual de la Biblioteca Nacional entre 1886 y 1925.
Acercamiento de las mujeres a la literatura
En la primera mitad del siglo XIX un grupo reducido de mujeres aristocráticas accedía a la educación formal, y ésta estaba orientada sólo a la formación moral.
Un despertar de la literatura extranjera y un incipiente movimiento liberal ayudó en la segunda mitad del siglo XIX a debilitar los cánones morales y sociales.
En los salones aristocráticos se conversó de arte, literatura, música y política y las mujeres de elite aprovecharon este espacio de inserción cultural.
Este movimiento intelectual se extendió luego a las jóvenes de clase media, que desde inicios del siglo XX estudiaron en liceos, escuelas y academias.
El Círculo de Lectura de Señoras y el Club de Señoras cultivaron la comprensión y creación de las letras y las artes y mejoraron la calidad de la educación femenina (Crf. Doll, 2007).
Allí surgieron las primeras discusiones sobre la ciudadanía para las mujeres (Poblete y Rivera, 2003). En 1930 este debate se instaló en la opinión pública y se crearon los primeros movimientos políticos feministas.